Cada día hay más padres que sufren por sus hijos y hijos que sufren por ser como son. Creemos estar ayudando a estos niños, cuando en realidad les estamos haciendo daño. Creemos que tienen un problema, cuando en realidad tienen un don. Pensamos que la vida será dura para ellos, cuando en realidad la vida les ama y les apoya para que desarrollen todo su potencial y la misión que han venido a desarrollar en la Tierra. Les sobreprotegemos pensando que tienen una enfermedad, cuando en realidad tienen un precioso regalo por descubrir entre sus manos. Les coartamos su libertad, impidiéndoles así volar, crecer y evolucionar como seres humanos. Nos pre-ocupamos por ellos, por nuestro miedo a que fracasen, cuando en realidad ellos han venido a ser felices y no entienden de preocupaciones ni fracasos, porque viven el presente. El miedo no existe en sus vidas, pues están aquí y ahora en todo momento, tratando de ser felices. Nuestro miedo acaba finalmente con ellos: dejan de disfrutar, de creer en si mismos, empiezan a ver limitaciones en su vida…, pues les hacemos creer que son diferentes a los demás y no pueden hacer todo lo que se propongan, porqué no son igual que el resto. Entonces, éstos empiezan a sentir también miedo a no triunfar, a no estar a la altura, a no ser capaces de conseguir algo, a no ser valorados o reconocidos por los demás. Empiezan a sentirse inseguros de si mismos, creen no valer suficiente, pierden la autoestima y el amor por la vida, las ganas de disfrutar, de vivir… y pueden llegar a perderse hasta el punto de no saber quien son y qué han venido a hacer aquí.
Este es sólo un ejemplo de los múltiples resultados que se pueden derivar de tratar a un niño sano y feliz como un niño mentalmente enfermo.
En mi caso, yo fui durante un tiempo una niña feliz y alegre, hasta que empecé a sentirme inferior al resto, muy insegura de mi misma, muy poquita cosa… incluso me repetía cada día a mi misma que era “tontita y cortita”, creía no ser lo suficientemente inteligente como para ir por la vida, creía no ser capaz de estudiar una carrera… Todo esto se desencadenó cuando los profesores del colegio decidieron catalogarme de niña con dificultades para el estudio, habladora, que me distraía con facilidad, que me costaba, que no me esforzaba, que no atendía en clase… y yo decidí creérmelo y programar así mi mente. A partir de ese momento, empecé a aislarme socialmente, no tenía amigos en el colegio, pues era la rarita de la clase y me sentía marginada, ridiculizada, maltratada. Así pues, creí no saber relacionarme con las personas y me encerré cada vez más en mi misma. Iba de casa al colegio y del colegio a casa. Recuerdo que los primeros exámenes que hice los suspendí, a pesar de haber estudiado, pues no prestaba atención a lo que leía. Como no tenía nada mejor que hacer en mi vida, empecé a centrarme sólo en los estudios, y a pesar de que los profesores no confiaban en mi, yo decidí encerrarme entre libros, y estudiar más horas que el resto para poder aprobar. Lo curioso fue que descubrí tener un don para memorizar textos literalmente, palabra por palabra, puntos y comas. Así empecé a triunfar en los estudios… por fin algo se me daba bien! no bajaba del 10. Me volví muy exigente conmigo misma, y no me conformaba con el 9, iba siempre a por la máxima nota.
Llegué así a bachillerato, y aquí empezaron los problemas… pues los números ya no se me daban tan bien, pero seguía siendo una “crack” para las asignaturas que requerían memoria. Seguí siendo la mejor de la clase, aunque seguía siendo la rarita y solitaria de siempre. Me esforcé muchísimo, tal y como me habían enseñado, pues sin esfuerzo no se llega a ningún sitio, me habían repetido una y otra vez… y a pesar de creer que no valía, que no era suficiente para los demás… conseguí la nota para entrar en medicina.
Llegado este punto, me sentía mental y físicamente agotada, pues llevaba años ESFORZÁNDOME por estar siempre arriba, intentando ser la mejor, queriendo demostrarles a los demás y a mi misma que valía, que no era tontita, que podía hacer lo que me propusiera, y lo conseguí, pero a que precio…? Era realmente necesario tanto dolor? tanto sufrimiento? tanta angustia y ansiedad? Tanta presión? Tanto esfuerzo? Tanto de todo? Volcarme sólo en los estudios hizo que me perdiera los que podrían haber sido los mejores años de mi vida: mi infancia y mi adolescencia. Me he perdido muchas cosas importantes de esta etapa de la vida, y por desgracia ya no las puedo recuperar.
Esta ha sido mi historia, mi evolución, pero no tiene porque ser la de muchos otros niños, si hacemos algo AHORA. Es por eso, que siento la obligación de concienciar a padres y educadores sobre este tema.
Sin embargo, mi historia no termina aquí… pues una vez dentro de la carrera de Medicina, empecé a sentirme ansiosa todo el tiempo, con una necesidad constante de moverme, de hacer cosas… y eso me impedía estudiar con normalidad, pues sufría mucha ansiedad, notaba que me costaba atender en clase, que era más movida que el resto de mis compañeros, y empezaron a llamarme: la HIPERACTIVA. Me gané el mote ya en primero de carrera, pero entonces no le di importancia, hasta que me di cuenta, al compartir mesa de estudio por primera vez con otra gente, que tenía más dificultad que el resto para concentrarme, para estarme sentada durante más de una hora… Por primera vez fui consciente de lo que me pasaba en el colegio. Yo no era menos inteligente que mis compañeros de clase, no era “tontita” como solía decirme a mi misma y a los demás, no era un “bicho raro”, ni una mala persona… empecé a entender porqué los profesores decían que era habladora, porqué me castigaban por levantarme de la silla, porqué me hacían preguntas en clase y yo no sabía responderlas, no porqué no entendiera el contenido de la clase y me costara, como me habían hecho creer, sino porqué sencillamente no había atendido a la explicación. En que estaría yo pensando…??? Entendí por fin, porqué no sabía responder a las preguntas de un test tras ver un sencillo documental o porqué necesitaba leer un texto dos o tres veces antes de captar su contenido. No era un problema de inteligencia ni retraso mental, era sólo una falta de atención.
Antes de continuar con mi historia, debéis saber que al entrar en la carrera recuperé parte de mi autostima y salió a la luz de nuevo mi personalidad activa y alegre que había quedado enterrada algún tiempo atràs.
Así, fui aprobando todos y cada uno de los exámenes de la carrera cuando tocaba, sin suspender ni uno, hasta que un buen día, ya en cuarto de carrera, un compañero de clase que estaba estudiando la asignatura de Psiquiatría, me diagnosticó de TDAH!!!! Qué es eso?- le pregunté yo alucinada. Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad- me respondió él muy convencido de lo que decía. Yo me lo tomé muy enserio y empecé a analizar toda mi vida como estudiante, tal y como he narrado antes, y decidí salir de dudas y hacerme un test, bueno de hecho, varios tests. Todos los psiquiatras coincidían en lo mismo: según los tests tienes TDAH combinado, es decir hiperactividad junto con déficit de atención.
Éstos decidieron meterme en un proyecto de investigación para unas nuevas pastillas que estaban estudiando como tratamiento para el TDAH, que supuestamente tenían menos efectos indeseados que las anfetaminas ya existentes en el mercado. Entré en el estudio porqué los psiquiatras me convencieron que mejoría con el tratamiento y porqué me hicieron creer que me estaban haciendo un favor y que era un privilegio entrar en él, pues sólo unos pocos cumplían los requisitos y la medicación que recibiría tenía un elevado precio en la farmacia y a mi me la subministrarían gratuitamente.
Lo curioso, es que el fármaco ya se estaba comercializando también, pero al ser un fármaco relativamente nuevo, necesitaban investigar sus efectos adversos y sus efectos sobre la enfermedad con pacientes que supuestamente la tuvieran. Otro dato curioso, es que los pacientes debían de ser adultos, es decir pacientes con un supuesto trastorno de hiperactividad y/o déficit de atención desde la infancia, que no habían sido diagnosticados anteriormente y que ahora de repente necesitaban medicación. Para que lo entendáis mejor, el TDAH es una “enfermedad” que debe empezar necesariamente en la infancia, pues es uno de los criterios obligatorios para su diagnóstico. En mi caso, que a pesar de mis dificultades, había llegado a 4º de medicina sin suspender ni un sólo examen, trataban ahora de convencerme de que tenía un grave problema mental, que confirmaban todos y cada uno de los tests. Los tests psiquiátricos, por cierto, son un método de diagnóstico estandarizado, igual para todo el mundo, que mide lo que quiere medir, es decir, que hay tests específicos para cada supuesta patología mental y cada test se realiza específicamente según la patología que se cree que tiene el paciente, sólo para confirmar que están en lo cierto. Es decir, que yo voy al médico porqué creo que tengo un problema de hiperactividad y déficit de atención y como me diagnostican??? me dan unos preciosos tests orientados al TDAH, que qué quieren medir? mi grado de TDAH! concluyendo, los tests siempre te van a diagnosticar de una cosa u otra; en psiquiatría no hay nadie normal, todos los que acuden están, a ojos de los psiquiatras, enfermos mentalmente y todo está ya clasificado: está el esquizofrénico, el bipolar, el que tienen trastorno obsesivo compulsivo, el que tiene trastorno de personalidad, trastorno de ansiedad generalizada, adictos al sexo… Así que, qué estamos creando con todo esto?? más y más supuestos enfermos mentales. Bien, esto es otro tema, que también da para mucho.
Siguiendo con el tema de la medicación y el TDAH… Empecé a tomar un medicamento cuyo principio activo se llama Atomoxetina, que a diferencia de los otros fármacos estimulantes, es un inhibidor del sistema nervioso, por lo que me producía una serie de efectos indeseados como: mareos y nauseas severos, malestar general, falta de apetito, que derivó en una gran pérdida de peso, insomnio, sudoración excesiva nocturna, astenia, apatía… y no sólo eso, sino que no surtieron ningún tipo de efecto a nivel de mi déficit de atención, sino todo lo contrario, puesto que me obsesioné tanto con mi “problema” que cada vez que me ponía a estudiar, enviaba al universo una gran onda de energía negativa que llevaba el nombre de: Déficit de Atención e Hiperactividad, y que recibía a cambio? ya lo sabéis de sobras, la ley de la atracción actúa constantemente sin discriminar a nadie y conmigo no hizo ninguna excepción, así que cuanto más pensaba en ello, más me obsesionaba, y más problemas tenía para estudiar, para concentrarme, para atender en clase, para estarme quieta…
Seguí tomando las pastillas durante algunos meses, puesto que los médicos me aseguraron que ese malestar pasaría al cabo de poco tiempo, pero no fue así y tampoco mejoró mi supuesto TDAH. Esto no es todo… la primera dosis que me recetaron (la mínima que permitía el estudio para poder entrar en él), supe meses más tarde que era 4 veces superior a la que debería haber estado tomando según mi peso; entendí entonces la razón de estos fuertes efectos adversos en mi cuerpo. Y no sólo eso, sino que según el protocolo del estudio, la dosis iría subiendo progresivamente, y así lo hicieron. Con el aumento de dosis, los efectos indeseados también aumentaron y el TDAH continuó.
Cada 15 días una psicóloga del hospital me hacía tests para ver la evolución y anotaba en un librito las reacciones adversas que iba sufriendo. Sin menospreciar a nadie, quiero remarcar que no era un médico quien controlaba mis síntomas de TDAH y los derivados del tratamiento… Recuerdo una ocasión en la que le dije a la psicóloga que me llevaba: me siento muy extraña desde que tomo estas pastillas, siento que no soy yo, inhiben mi forma de ser, no me dejan ser como soy en realidad: una chica extrovertida, alegre y divertida que habla con todo el mundo y siempre está de buen humor. Ella me respondió a esto con un: lo que te sucede ahora es que estás siendo tu realmente, hasta ahora tenías una enfermedad que no te dejaba ser normal, ahora estás más relajada, etc. Lo que estaba es más “atontada” y con un malestar físico constante.
Finalmente decidí abandonar este tratamiento, por todo lo que os he explicado y me derivaron a otro psiquiatra del centro, quien dio por concluída mi participación en el estudio y me recetó un fármaco con Metilfenidato como principio activo, que es un estimulante del sistema nervioso. En principio está estudiado que los efectos de este fármaco junto con las anfetaminas, en personas con TDAH, tienen un efecto contrario al que produciría en una persona sin este trastorno, es decir, en vez de estimular, inhibe el sistema nervioso. En mi caso, puedo decir, que me ponía “como una moto”, y lógicamente no me ayudaba nada a concentrarme, puesto que sentía una ansiedad terrible, que duraba 12 horas (tiempo que está el fármaco presente en el cuerpo haciendo su efecto). Muchas horas con un tóxico metido en el torrente sanguíneo, no?? Bien, ese es otro tema que da para mucho también… Lo tomé un par de días y lo dejé.
Después de todo lo sufrido, decidí no tomar más medicación. Hasta el momento no la había necesitado, así que, qué sentido tenía empezar a tomarla ahora? prefería seguir siendo tal y como soy: movida, muy activa, habladora, dispersa, distraída, despistada, desorganizada… Me costó algún tiempo aceptarme, de hecho sigo en el camino, pero ya no lo veo como un cúmulo de defectos, una enfermedad mental, un problema, un inconveniente… ahora a pesar que a veces me cueste aceptarlo, dejo que mi ser se exprese en su totalidad, me dejo simplemente SER, soy el ser que soy, y me lo permito.
Dejemos, pues, que estos niños que están llegando ahora, los cuales han recibido diferentes etiquetas: niños cristal, niños índigo, niños de la nueva era… o niños con TDAH, autistas… sean tal y como son, sin catalogarlos en un grupo u otro como si fueran secciones de un supermercado y sin tratarlos como enfermos.
Son simplemente niños conscientes, que han venido a transformar el mundo y que tienen capacidades despiertas, que nosotros desconocemos. Por eso el actual sistema de educación no les permite desarrollar todo su potencial y parece que tienen problemas en el aprendizaje, cuando simplemente tienen otra manera de percibir las cosas y los métodos clásicos de enseñanza no se adaptan a sus necesidades. Pues son más intuitivos, creativos, sensibles…. Incluso algunos de ellos poseen capacidades telepáticas, extrasensoriales… despiertas. Son niños que saben lo que han venido hacer y traen mensajes muy importantes para la humanidad y para el planeta Tierra, vienen a enseñarnos a SER. Dejémosles ser a ellos para que nos enseñen a ser a nosotros.
Testimonio real de Carlota Esteve de Miguel
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